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La travesía nupcial en tándem de windsurf que ni Álex ni el covid pudieron parar

A inicios de este año, el ferrolano Daniel Cores y la catalana Camila Herrero decidieron pasar por el altar y escogieron data para su boda. Sería el dos de octubre del dos mil veinte, mas lo que no podían imaginar entonces es que para ese día el planeta entero estaría batallando contra un virus asolador y una ciclogénesis explosiva forzaría a activar la alarma naranja en la costa gallega.
No obstante, ni una cosa ni la otra lograron arruinar su gran sueño: sellar su unión con una travesía nupcial sobre un tándem de windsurf -una tabla de enormes dimensiones proveída de 2 candelas-, cruzando la ría de Ferrol desde el monasterio naronés de O bien Couto, donde tuvo lugar la liturgia, hasta el Pazo de la Merced, en Neda, el sitio escogido para el convite.
La hazaña tuvo lugar el pasado viernes, y si bien el temporal Álex entró de madrugada en Galicia con fuertes ráfagas de viento y mucha lluvia, en el momento de la boda, ya por la tarde, la borrasca amainó sin que absolutamente nadie lo esperara.
Y no solamente eso, sino hasta el arcoíris deseó dibujar su curva de diferentes colores en el cielo para darle más brillo al evento. «Al final aun echamos de menos que no hiciera más viento, pues entre que no soplaba nada y la fuerte corriente que teníamos en contra por la bajada de la marea, nos costó más trabajo hacer la travesía y debimos bogar con las candelas para poder llegar al pazo.
Todavía de esta forma fue una experiencia única y también inolvidable», comenta el novio aún conmovido.
Tras salir de la iglesia, los recién casados cambiaron sus muy elegantes galas nupciales por 2 atuendos más apropiados para atravesar las aguas de la ría.
Él se enfundó un esmoquin de neopreno llegado desde el país nipón. Y , sin despojarse de su corona de flores, echó mano de una licra blanca para darle el toque nupcial al atuendo. «La verdad es que lo pasamos excelente. A lo largo de la travesía no paramos de charlar y reír y la llegada al pazo fue muy emocionante», cuenta Camila.Tres años de noviazgo. Pero para contar bien esta historia desde el comienzo hay que remontarse 3 años atrás, cuando esta pedagoga catalana visitó Ferrol en Semana Santa para practicar surf.
«Al retornar a Barna me había enamorado tanto de Galicia que cargué todas y cada una mis cosas y en un par de días estaba de vuelta», recuerda Camila. Mas las olas y el paisaje gallego no fueron lo único que le hicieron tilín. En Ferrol asimismo la aguardaba Daniel, un apasionado del mar y la navegación como .
Los 2 practican surf y windsurf desde pequeños – se empezó en la escuela Ferrolvento con solo 12 años-, y de ahí que, cuando decidieron darse el «sí, quiero», los dos tuvieron clarísimo que esa pasión no podía faltar en la celebración. «Queríamos que fuera un día señalado, para gozar en pareja y haciendo aquello que más nos gusta: navegar», resume Camila.

La única espina que les queda clavada es no haber podido celebrar el link por lo alto y con todos y cada uno de los amigos que tenían apuntados en su lista inicial de convidados -por último solo pudo asistir la familia-, a raíz de la crisis sanitaria del covid-diecinueve. Mas los dos aseguran que en ningún instante pensaron en postergarla, por el hecho de que tenían muchas ganas de casarse y no deseaban aguardar más. Ahora sueñan con el día en el que al fin van a poder reunirse con todos esos amigos para brindar. Y descuentan los meses que les faltan para gozar de la luna de miel. Va a ser en invierno, en C. Verde, y lógicamente, acompañados de sus inseparables tablas y candelas de windsurf.